ficticia realidad.

No me permito llorarle,
ni contarle que quiero hacerlo,
que necesito querer,
descargar mi rabia en su espalda
 antes de entrar en esa jaula
llamada libertad, en la que todo es mentira
y todo es demasiado real.
En la que el miedo a frenar es más fuerte
que el de volar, y vuelas, 
vuelas en círculos sin viento que te ayude
a impulsar
esas ganas de dejarte llevar.
No me permito amar
por si me tapan los ojos y 
me preguntan quien soy 
y no se contestar.
Pero no me acostumbro a no tener hogar,
a no dejar las cartas sobre la mesa,
a ir de farol
a ganar sin dejar de perder
toda la esencia con la que me recuerdan
cuando amo sin las manos desangrando 
 miedos. Sin dolor, sin rencor.
Me fui a buscarme y al volver me volví a perder 
a sabiendas
de que era mejor ser por quien amas
que dejar de ser por quien puede que no te vaya a querer.




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