Esencialmente accidental.

Sigues siendo tan accidental como la primera vez. Inesperado y a la vez tan oportuno que aún no he he podido asimilar cuando ni como has venido para quedarte. Tengo la sensación de que llevas formando parte de mi, toda la vida. Supongo que eso es lo que se siente cuando te encuentras a ti misma en otra persona, que es como tú, pero incluso en un grado más elevado, más extraordinario. Esencial como quererme es que me quieras, accidental como tus idas y venidas es querer que te quedes. 
Y no hay peor choque que verte frenar, dejándome las ganas, llevándote mis fuerzas; como si ya no fueras tu, como si no pudiera ser yo. Es tu sonrisa, el brillo de tus ojos, tu lado yo, oculto, ese que me dices que no merece la pena tener, que hay que vivir. Ese corazón que enseñas apretando fuerte las manos para evitar que se vea grande, como si así no te lo fuesen  a dañar. Mirarte es lo más parecido a mirarme en un espejo y gustarme como soy. Como si el reflejo que me devuelve tu mirada fuera una versión mía mejorada.
Tan desastre y a la vez tan detallista, 
tan fuerte y frágil, 
risa y lágrima,
guerra, 
más paz.
Tormenta y tan ca(l)ma.
De antes de ti, me recuerdo siempre fuera de lugar, como si yo no perteneciera a ninguna parte.
Y llegas tú, con tu risa escandalosa, 
tu paso de modelo y la voz entrecortada,
rompiendo mis esquemas me siento como en casa. 
Eres el mejor ejemplo de como las apariencias engañan, y aunque para otros puedan verte pequeño, frío y lejano a sentir, tengo la certeza que contigo nunca me faltará calor, ni besos en la frente, ni abrazos con miradas, ni vicios de no pagar. Y me sobra con tus manos en mi espalda, porque se que contigo, como si fuera conmigo, puedo contar.

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