Seremos lo que quieras que seamos.

Somos idiotas.
No nos gusta escuchar que somos unos niños, contradictoriamente, no queremos reconocer que ya somos mayores demás para determinadas situaciones. No somos lo que parecemos. Detrás de la actitud aparente de cada persona hay un mundo totalmente diferente. Aquel que quiere vivir a doscientos quilómetros por hora es realmente el que más teme a la carretera. A su lado, estoy yo, fijándome en cada detalle, lejos del precipicio y muriéndome por saltar. Los dos queremos que llegue el mañana y llevar a cabo todos los planes de futuro que hoy nos da tiempo a pensar. Y el mañana llega, y te das cuenta de que tienes que madrugar para ir a trabajar, que tienes sueño y un montón de apuntes esperando a ser estudiados, encima del escritorio. Y pasa. 
Lloramos. 
Nos damos cuenta de que 'cualquier tiempo pasado, fue mejor'. 
Añoramos.
Queremos ayer.
Perdemos los papeles, e incluso a nosotros mismos. Llegamos a un punto en el que nos olvidamos de quiénes somos y cómo queremos vivir realmente. La realidad es demasiado diferente a como la habíamos imaginado. Idealizado.  

No queremos perder la ilusión por cumplir años, queremos llevarlos tan bien como cuando significaba 'regalos'. Ni olvidar lo que son las rabietas tras la prohibición a todo de los padres. 
Que sea mañana para no querer parar de jugar, de cumplir mis sueños y de soplar  dientes de león en su oreja para que también se cumplan los suyos. 

Niños y grandes, a la vez.


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