Con uñas y dientes.

Esta tarde he entendido más cosas de las que me gustaría. Tan solo con el roce de un gato. Como 'solo' son los tuyos. Ahora se que somos como el perro y el gato. Un minino perdido al que no le hace falta dueño. No quieres que te tiendan manos para cubrir tu piel, te acercas despacio robando calor y al mínimo movimiento de afecto, te alejas. Desconfiado, altanero. Tan frío. Más distante, incluso.
Y ese cachorro abandonado que gira intentando morder su cola, que bien podríamos decir que agacha las orejas igual a mi, cuando se abalanza a lamerte las penas, pidiendo al menos tus manos en mi nuca. Queriendo todo de ti. Buscando hogar.
Corriendo siempre en la misma dirección, y yo detrás de ti. Intentando alcanzarte y contarte que no voy a comerte, que solo quiero jugar.
Jugar y quererte, no dejarte marchar sin que te duermas en mi  pecho, después. En mi cama se sueña mejor.
Te empeñas en hacerme creer que tienes siete vidas, que podremos perdernos, encontrarnos, las veces que se nos antoje.
A mi tal vez ya me hayan disparado al corazón más veces que a ti, y sienta que si no eres tú quien está hoy, para hablarle a la luna, nadie lo estará.
Saltas muros sin miedo, mientras yo doy vueltas antes de acostarme para matar la ansiedad.
Hoy he comprendido que no nos necesitamos de la misma manera.
Ojalá algún día seas cachorro, algún día yo seré la gata más rara del mundo.

Porque esta historia no se merece final.


 

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares